sábado, 8 de octubre de 2011

Lo terrible

Fue la forma de decir, deslizando la mano en la mesa fría, cruzando sus tostadas piernas y el cuerpo hacia atrás, la mirada cercada por el hilo negro pestañil, parecía decir más de lo que decía, hasta parecía decir: Te odio. Y al rato lo decía.
Salí con una valija gigante (y llovía pero no fue con nostalgia sino determinado, duro, yendo en el taxi la cara alargadísima, me sostuve la mandíbula las primeras cuadras. Doble por ésta, le digo, hablando fuerte al menos me hace sentir de acá, de acá. Por esa vi que en la esquina habia fluorescentes rotos, mojados por la lluvia y tambien brillantes como luz mala, perros olfateando, y una alfombra allá, semi enrollada, amarilla y bordó, pero con tanta agua, color bordó mojado. Esa esquina sí, un poco me derritió la cara y el corazón desolado, ahí algo de soledad y desamparo sentí.
Terminó su recorrido el taxi pero yo seguí recorriendo como en un sueño sobre el piso celeste de la casa. Porque eso soñé, que me arrastrabas por el piso y yo saludaba como Miss primavera.

sábado, 1 de octubre de 2011

horace

bueno claro por supuesto que te esperé con tu camisa puesta y la manteca quemada en la boca, porque me puse a bailar y cocinar y con la crema vencida apenas usé un poco y todo lo demás enmantequé hasta teñir la olla
si si un color de cobre mientras yo bailaba con tu camisa y me fui comiendo gr an parte de la salsa y el pan igual no estabas por venir eso era un sueño
que justo me quedaron ganas de vomitar
un sueño como caerse sin caerse o sea son las tablas las que suben y te pegan en la cara
y claro claro era el clima la convocatoria ideal vos yo tu camisa la manteca

domingo, 24 de julio de 2011

hollywood ending

la falta de luz
las entradas de luz
los huesos y los órganos
invisibles

la razón de los mil golpes
sinrazón
perdí mi hogar

no soy de preguntar y cuando me pregunto
quién dejó todo tirado y me rompió la estufa
no contesta un perro
ni siquiera yo contesto

será porque me distraigo en mirarme mientras hablo
en el espejo
será que entró una sombra y chin pum.

jueves, 19 de agosto de 2010

Eutonía

Marci se mira al espejo una sola vez al día. Su excelente memoria sobre ella misma la gratifica con dignos momentos de eutonía y placer. Algo se conserva, retiene desde que se es niña, la nínfula de Humbert, la madre que la peina y la baña: la niña sentada y tibia soplándose las rodillas.
Desde su nave-bañadera Marci visitaba la tierra. Oh la madre y el padre duermen desnudos, transpirados. La abuela como una momia en el pasillo de la casa, a la noche, sin dientes. El sonido de a la noche en verano y el olor de las velas. Eso puedo contar. Marci y El Coro de los Niños del Complejo: Encuentro Coral en Rosario. El colectivo sale a las diecinueve y treinta horas. Marci recuerda el neceser y el nuevo cepillo de pelo (para viaje), la bolsita para llevar la plata y la jabonera (le fascina el jabón sin envoltorio y suelto en el envase rosa, piensa en algo seco y pegajoso a la vez, el jabón en la interperie y protegido). El coro se encuentra a las seis una tarde de mucho calor. A todos los niños los vistieron con joggins y ropa de algodón de viaje (zapatillas y pelo impecables). Marci llega con su prima Fercherét, su prima soprano con plata de buen corazón. Llega el rubio primo Niki, la rubia prima Mariana (Marci adora a Mariana, su prima rubia gorda chistín), llega la directora Frau Stambolen: bellísima (soprano, seguro). El coro sale del complejo y espera en la vereda del frente la llegada del vehículo en la entrada del edificio de los militares (uno de los niños soprano tiene su casa ahí, con espadas y heraldos en las paredes). Muchos padres e hijos, y los hijos sin padres ni madres (por ejemplo Marci, Fercherét, niño Ayala) juegan a patinar el piso cantando "Las vías del tren" en portugués. Chaparrón.
Pizzería Legui, veintidós horas. Los amables pizzeros permiten que los niños se sequen las ropas en los hornos del local. La lluvia cerró los caminos. No hay Rosario, no hay nada. Marci y Fercherét son las últimas en irse. La señorita directora las acerca en un taxi (las madres no alcanzaron a llegar, después será el relato de madre uno cayendo en pozo que no vio por la inundación y madre dos ayudando más abuela con presión alta o baja).
Llegan abatidas, tristes. Madre y padre se gritan. Padre golpea al bebé y abuela golpea la olla en la que cocina. Ruido y silencio, en el intervalo Marci en su nave-bañadera lee cuentos de animales. Nuevo golpe, bebé y madre lloran. Fercherét salta y baila rondando a la abuela. Nuevo golpe, se cortó la luz. Madre trae unas velas. En la iluminación de su caminar de las velas madre canta "Vamos pastorcitos" y llega a la mesa. Los niños estacionan sus naves y se le acercan. La miran como peces mojados hambrientos. Cantan todos, menos padre. Y al rato padre canta también. Bajo la vela y felices, Marci en su nave-bañadera siente suspensión y silencio: música. Le brillan los ojos (ahora me brillan a mi, que me emociono y escribo). Luego viene lo otro. Aprenderse de memoria a uno mismo: exactitud, defensa.

sábado, 3 de julio de 2010

Grandes aventuras de Marci Ano parte once

La última huella de mi existencia: estos ojos que te miran. Los ojos que dicen: No soy una ardilla, soy un marciano. Marciano, Marciano, Marciano. Se terminaron las provisiones en la nave. Mario Bros dice: Que vaya Marci, que es la más ducha. Y a dónde tengo que ir? Pregunta Marci. A Tucumán, contestan.
Marci es una pelota de fuego que decide salir quemando las extremidades de la nave. Al ritmo de su propio sueño que ELLA MISMA ENTONA se despide de los amigos y sale: profunda estela amarilla que se va. En el camino la interrumpe el sonido de la respiración humana. Oh, la humanidad, enfrentarse o huir, piensa Marci, y huye. A mitad del camino hay un diler en su moto. Lo que más me gusta es conversar. Hola, Diler. Qué onda. Sí, sí, treinta puede ser? Cincuenta no tengo ni ahí.
Le da una aparente muestra gratis de aspirina. Antes de llegar al super Marci hace un tiro. La marea sube, baja, se forma en una punta como una pirámide de agua y baja otra vez. Los árboles todos de tronco angosto se balancean en un baile idiota. Ahora debería pensar en lo que dejé atrás, pero pienso en mi nariz y su congestión. También compra en un kiosco, una lata de cerveza y un Marlboro 10. Mientras elige naranjas hortalizas vuelve a escuchar el sonido de la respiración humana. Se da vuelta, no hay nadie. El verdulero a lo lejos, con su delantal blanco y su morochisidad, le tira un beso. Marci lo mira fijamente, se masajea la nuca y saca la lengua. El verdulero se escapa. Marci saca el frasquito y esnifa. Se dirige a la salida con su bola de fuego ardiente. No es un monstruo ni una ardilla. Es ella, la más mezquina Marci Ano.
Al volver a la nave prepara una excelente porción de lava de zanahoria untada con crema de pistacho y leche de cabra. "Excelente porción, Marci", dice Marciano Primo. "Sí, sí, que se repita", dice Mario Tres y Mario Bros aplaude. "Espero que no te pongas de mal humor", dice el invitado.
Esta no es una fábula cristiana en la que Marci se recuesta cansada en un colchón a soñar con lo que sería su vida si no fuera tan generosa. Aunque sí se le cruza la idea por la cabeza, es recién la primer idea. La segunda es: Disfruten muchachos, coman lo que quieran, pero el frasquito es mío.

lunes, 21 de junio de 2010

2- EN EL QUE UNO DE LOS GATOS PIENSA

Ninguno de los días de ese verano fue especial. El sol se había extendido en el tiempo, y todo tenía siempre la misma cantidad de luz, la misma temperatura y pureza del aire. Lo que más cambiaba los días, si había algo con lo que diferenciarlos, era lo último que dije. La pureza del aire. A veces un aumento de vapor, mínimo y hostil, me obligaba a elegir un nuevo lugar en la terraza. Pero si no, nada. Tiempo, sostenido por el sol y por la sangre. Me encontré un día absorto en mis pensamientos, nunca supe hace cuánto estaba así.
Mis bigotes son largos y finos, el sol les da un brillo blanco y filoso. Medio espiando la luz irradia en mi costado, me encandila. Yo sé que es mi propio bigote, pero me pongo incómodo. Como si tuviera el espíritu (mi espíritu)al lado y encima que NO SALE DE MI BOCA.
Acá todos los días morían gatos. Es imposible que diga esto, no tengo conciencia de la muerte. Pero recuerdo que las sombras que modificaban el paisaje, eran sombras de gatos, y que caían tan rápido que el aire modificaba apenas el espesor de su violencia, y cuando estaban esparcidos en el piso (fue tan rápido la caída que decir medio segundo no es preciso) la sangre roja y caliente llenaba las cosas, todo eterno, radiante, igual a sí mismo.

INOCENTE

1-EN EL QUE LOS GATOS NO PIENSAN

El gato reposa en el sol. Sedado. Mira con atención al helecho que cuelga al frente. Es posible que lo que lo tiene atento (atento y sedado, es una sola palabra aunque no la encuentro) es el leve movimiento (titilar) de las hojas, el leve temblor.
No sabemos qué piensa pero creo que disfruta de mirarlo. A veces la vibración se intensifica, algún bicho. Y plácidamente, su ferocidad lo mantiene quieto.
A veces se escucha que otros gatos pelean en las chapas. Estrépito. El gato apenas hace un gesto con el cuerpo.
Uno de los gatos del techo cae al patio. En su caída golpea la maceta y el gato (el que mira al helecho) se ve interrumpido, aunque no se mueve. El gato que se cayó está herido en la cabeza y el abdomen. Destripado. No sé si está muerto.
El gato (vivo) se acerca y lo huele. Sus movimientos son delicados, tan lentos y precisos que, si el gato pensara, se vería a el mismo como un salvaje. Con una garra abre la herida del gato (muerto y sagrado) y mete su cabeza, manchándose el hocico, y saca una tira rosa que podría ser el intestino. Llevándolo en la boca se sienta en el mismo lugar (frente al helecho) y come. Si el gato pensara, estaría contento de la circunstancia. Estaría maravillado. El sol descansa en el de una manera maravillosa. La siesta es ideal, porque no hay tiempo. Y tiene comida. Y el helecho que tiembla.
Otro gato salta del techo. Un solo rasguño en el ojo. Busca su ración. No en el gato muerto, sino en el vivo, en su deleite. Tironea con los dientes, lo intenta. Pero aquí el gato del helecho se eriza por completo y lo muerde.
Los gatos están trenzados, se rasguñan la cara y se separan y se rasguñan de nuevo. En poco más que un minuto el primer gato muere. La tripa rosa quedó olvidada, lejos. El gato ganador se acerca al gato muerto y se lleva algo gomoso oscuro que podría ser la vesícula.
En su lento caminar de gato escoge el lugar. Si el gato pensara diríamos que lo escoge. Pero como no piensa más que escoger, repite. Se sienta al frente del helecho, sin mirarlo y come.